Podía oír los latidos de mi corazón, pero no sentía ninguna
de mis articulaciones; no sentía el dolor.
Después de unos minutos, o tal vez
horas, oí una voz:
-Tranquilo, todo ha salido bien.
Y en ese momento fue cuando me di cuenta de que te llevaba
dentro de mí, sí, no había duda, estabas dentro de mí.
ALBA SÁNCHEZ
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