Al abrir los ojos, unas batas blancas, se movían de un lado a otro. Era un grupo de enfermeras que me llevaban en camilla hasta unas grandes puertas. De pronto, en mi cabeza empecé a recordar pequeños fragmentos sobre lo sucedido. Estaba con mis padres en el coche, de vuelta de las vacaciones de esquí, cantando una de nuestras canciones favoritas, hasta que veo que un coche se abalanza sobre nosotros, dejándome a mí en el suelo y a mis padres en el coche. De repente siento algo frío pinchándome el brazo, cosa que me dejó dormida. Al cabo de unas horas conseguí volver a abrir los ojos. Cada vez que intentaba moverme una punzada de dolor atravesaba mi costado.
-Cielo, ¿cómo te encuentras? - preguntó una angustiada tía Gabriela.
-Creo que bien - alcancé a decir con voz ronca.
-Tengo
que decirte que tus padres murieron en el acto, solo tú te salvaste,
pero menos mal que te han traído rápido, porque si no habrías muerto
desangrada.
A continuación, una cascada de lágrimas empezó a caer de mis ojos.
- Mejor descansa, lo necesitas.
Y allí se quedó, descansando.
Diana Hlepco
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